Llega un momento en la vida de un hijo donde se encuentra de frente al envejecimiento de sus padres. Sin duda es algo que lo tenemos presente ya que el tiempo no se puede detener, pero existe un momento en el que nos vamos haciendo más conscientes de ello.
Ya sea teniendo como referencia la propia edad, o un recordatorio ante una enfermedad en los padres; los hijos nos topamos con el tiempo de frente cuando alguna de estas situaciones se presenta.
Tiene que ver con la imagen de nuestros padres, la forma en la que se modifica su cuerpo, sus palabras e incluso sus acciones. Nos topamos que poco a poco los vemos más cansados que antes, que sus movimientos son más lentos o imprecisos, el aumento en la ingesta de medicamento, etcétera. Pensando en una vejez que implique un deterioro físico nos coloca en el lugar de espectadores reflexivos hacia la vida y el vínculo que tenemos con ellos.
Se dice mucho que es en este momento cuando "como hijos debemos de estar al pendiente de nuestros padres" ya que "ellos en su momentos así lo hicieron con nosotros" y que es un deber moral e incluso una "obligación" el velar por su salud y bienestar, sin embargo, ¿qué sucede cuando desde hace tiempo yo no tengo una buena relación con mis padres?, ¿cuándo nos encontramos con un diagnóstico de enfermedad complicado?, ¿qué sucede si yo como hijo no sé cómo reaccionar con estos cambios de vida?
Las frases antes mencionadas se dicen muy sencillo y otorgan al individuo una expectativa cultural en muchos casos difícil de cumplir, ya que no es fácil remendar un vínculo que ha estado con fisuras desde hace mucho tiempo, y que en algunos casos puede que continúe sintiendo hostilidad hacia mis padres por acciones del pasado que compartimos.
En casos donde alguno de mis padres tenga un diagnóstico de enfermedad nos enfrentamos a dudas sobre sus cuidados, implicaciones económicas, modificaciones en el hogar, y en algunos casos, discusiones por diferentes puntos de vista con familiares. No es sencillo este pasaje, como cualquier enfermedad, y la idea que podemos tener sobre el cuidar de un enfermo no necesariamente coincide con lo que nos topamos en casa. En estos casos el contar con una asesoría médica de confianza me permite conocer las mejores opciones que tengo para mejorar la calidad de vida tanto mía como de mi familia.
En aquellos casos donde la vejez de mis padres me implica un cambio en su imagen tampoco es sencillo de asimilar. Se escucha frecuentemente en consulta que es de las cosas más complicadas de digerir para un hijo que toda su vida ha visto a sus padres activos trabajando o realizando algún pasatiempo. Es un momento en el que, como hijos, se nos presenta la necesidad de replantearnos la imagen de nuestros padres ya que esto nos permitirá el poder adaptarnos a los cambios.No es un movimiento que sea rápido pero que, si nos enfocamos en eso, sucederá.
Y precisamente es eso, cambios. Me coloca en una posibilidad de vivir este pasaje acompañando a mis padres. Es cierto que si con mis padres mantengo una buena relación tenga más elementos en los cuales apoyarme para poder adaptarme de una mejor manera, sin embargo en casos en los que no precisamente ha sido una relación llevadera me enfrento en esta posibilidad de elegir. Uno remienda vínculos en el hacer interno y externo. Hay quienes estas situaciones les permiten sanar algunas cosas vividas con sus padres y hay quienes viven estos cambios más internamente. Cada quien tiene su forma y debe de ser respetable. Hacer este pasaje cumpliendo expectativas puede dejarnos atrapados.
El tiempo es uno de los enemigos más complicados de vencer, pero puede convertirse en un elemento con el que podemos hacer las paces poco a poco. Vivir estos cambios en familia y, en la manera de lo posible, en compañía de un proceso terapéutico puede ser de gran ayuda para poder descargar lo que siento y poder informarme de las opciones que tengo.
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