En la actualidad el peso que tienen las épocas decembrinas no pasa por alto, ya que por un lado cuando somos niños para muchos de nosotros es una de las épocas más felices de nuestra vida. Regalos, reuniones y platillos de todo tipo que nos invitan ahora en nuestra juventud y adultez a la nostalgia de lo que un día muy probablemente era una época dorada o por otro lado también hay personas que la Navidad los invita a una nostalgia melancólica, la sensación de tristeza nos embriaga y justamente buscamos el remedio en fiestas o alcohol como remedio de la resaca del pasado. Estas épocas no solo tienen un sello por la importancia en nuestra infancia, sino que son para muchas familias la oportunidad de verse más seguido, de compartir experiencias. Nunca me he encontrado en mi trabajo como psicólogo a una persona que le pase por alto la navidad, es una época que evoca muchos recuerdos y vivencias afectivas. Para algunos buenos y para otros no tanto, pero sin dudarlo es una etapa que nos marcará por el resto de nuestras vidas.
Conforme uno crece y va pasando de la adolescencia a la adultez y posteriormente la vejez, las épocas decembrinas se van tiñendo de un aroma distinto y como la novela de Canción de Navidad de Charles Dickens, nuestros recuerdos vuelven como fantasmas, ya sea para confortarnos o para acongojarnos.
Es muy interesante que, en ciertos países con Estados Unidos, los intentos suicidas se disparen en las épocas decembrinas. También es común estados depresivos en muchas personas debido a que no solo por el pasado, sino nuestro presente nos angustia, hasta se habla en el ámbito psicológico/psiquiátrico de una supuesta depresión navideña. Ahora, ¿Por qué sucede esto? No tenemos suficiente dinero, no tenemos la casa que queremos, no tenemos los amigos que queremos, en un largo etcétera, etcétera. De igual forma pensamos que es una época muy pesada debido a presiones económicas que comienzan en noviembre, como el famoso y caótico Black Friday de nuestros vecinos del norte o nuestra versión mexicana que es el Buen Fin. Miles de promociones que nos aseguran que seremos más felices al obtener un objeto que deseamos, ropa, autos, muebles y demás son los artefactos que nos vende la sociedad con la idea de que, con eso, supuestamente, seremos más felices y plenos.
La realidad es muy contraria a lo que se nos ofrece en escaparates y ofertas del internet. Aunque es cierto que las ofertas hacen que se disparen reacciones dopaminérgicas en el cerebro a través de lo que se denomina el sistema de recompensa de la dopamina (La idea de una oferta, se ha comprobado que tiene una reacción automática a nuestro sistema nervioso central), de tal manera que si, las ofertas nos hacen felices, no obstante, ¿Cuánto dura nuestra felicidad?, la respuesta es que conforme el sistema de recompensa obtenga lo que quiere, necesitara un estimulo que le haga sentir lo mismo en menor cantidad de tiempo. Es decir, las cosas materiales nos hacen felices por algunos momentos, pero el efecto desaparece y al terminar este efecto buscaremos otra compra ya no por deseo o necesidad, sino para mitigar la angustia.
Ahora, ¿Que realmente queda guardado en nuestra memoria?, la respuesta es que desde los noventas los neurocientíficos se han dado cuenta que las emociones que se obtienen mediante encuentros con otros seres humanos, es decir relaciones humanas, es lo que tanto por un lado, nos hace crecer más (También a nivel neuronal) como mantienen un estado de felicidad de mayor duración. ¿Un intercambio de regalos queda guardado por los regalos en sí o por las relaciones que se entrecruzan cuando se dan los regalos? Las risas, el llanto, la nostalgia, el amor, la tristeza de ya no estar con alguien, todo sabe mejor estando acompañado. ¿Qué quiere decir esto? Lo que realmente queda guardado en nuestra mente no son objetos, sino las relaciones que hay detrás de los objetos. Los objetos caducan y se pierden, mientras que las relaciones se internalizan y se vuelven parte de nuestra vida.
Por lo mismo los invito a pensar algo a quien este leyendo esto, ¿De años atrás lo que te gustaba eran solo los regalos?, o ¿Era acaso la tradición de esperar hasta la víspera del 25 de diciembre?, Nuestros padres emocionados, nosotros sin poder dormir.
Nuestro cerebro esta hecho para registrar emociones y que tan intensas sean esas emociones más fáciles se guardaran en nuestra memoria. Cabe resaltar el hecho de que puede ser tanto aspectos amorosos como desagradables, por eso es que los eventos más dolorosos en muchos casos también son los que más tienen un peso en nuestras vidas. Esta época si nos imponemos regalar solamente objetos materiales, en verdad, estamos regalando muy poco. No importa el precio, sino es algo cargado de un sentimiento importante quedara en el olvido, como el típico ¿Y esto de donde lo saque?
Cada navidad hay más ofertas y promociones, empero, lo que más podemos dar en parte de nosotros mismos, es decir experiencias emociones al otro. Regalar una experiencia emocional por ejemplo un viaje juntos, una cena, etc. Dará como resultado que el regalo no es solo hacia el prójimo, sino hacia nosotros mismos.
¿Quiere decir esto que no hay que regalar objetos? No, para nada. Pero si regalamos un objeto, hay que compartirlo, un juguete regalado a un niño tiene mucho más peso cuando alguien lo observa jugar o comparte la experiencia del juego con el niño. La mejor manera de sobrellevar la navidad no es tener tantas deudas que en enero sintamos que no podemos con nosotros mismos. Mejor es regalar experiencias que nos hagan salir de nuestra zona de confort.
Estas fechas son una oportunidad de retomar vínculos en nuestra vida, con nuestra familia, amigos, conocidos, colegas. Fechas que podemos aprovechar no solo recordando nuestra infancia sino volviendo sentiros como niños descubriendo lo que hay debajo del árbol.
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