Al hablar de la palabra “trauma” entendemos por su raíz etimológica la representación de una “herida”, por lo que entonces hacemos referencia a una marca o hecho que impacta o perjudica, y genera una modificación. Cuando señalamos que una persona posee un trauma psicológico, implica que existe una afectación importante que ha perdurado y que de no atenderse es capaz de generar un malestar crónico, entonces, así como para la medicina el trauma representa un daño o lesión a nivel físico causado por una fuente comúnmente externa, psicológicamente entendemos que la generación del trauma significa precisamente un impacto negativo que desestabiliza a la persona en muchos sentidos, teniendo una respuesta particular ante aquello que lo ocasionó y ante las consecuencias del mismo. Las situaciones adversas, aquellos eventos que atentan contra nuestra integridad y la de las personas a nuestro alrededor, son los factores que pueden convertirse en las causas que generan un trauma psicológico, sin embargo, debemos de tomar en cuenta que lo que para una persona representa un impacto emocional o una experiencia sumamente impresionante, no lo es necesariamente para otros, siendo entonces que para que el trauma se consolide, implica que los recursos psicológicos de la persona resultaron rebasados y el grado de afectación fue tan considerable que inhabilitó la capacidad para responder funcionalmente ante alguna problemática. Es necesario también explicar que hay varios factores que contribuyen para que se presente el trauma, ya que lo que está en juego no solo es un suceso perjudicial, sino que importa la edad cronológica, el entorno familiar/social/cultural, así cómo la condición de salud física y psicológica de la persona.
Existen diversos tipos de traumas que se dividen de acuerdo al nivel de intensidad de los factores que lo causan, las repercusiones variables y la relación con otros padecimientos psicológicos y psiquiátricos específicos, sin embargo, en el presente artículo nos enfocaremos a analizar la trascendencia que representa el trauma psicológico en la vida de las personas y las maneras viables de encontrar soluciones. A nivel subjetivo y muy singular, cada hecho traumático genera un impacto importante en las personas, no obstante, si hablamos de la particularidad de cada individuo, un evento adverso puede no implicar un daño irreversible a la vida de alguien o representar un conato de muerte, y aun así producir un efecto prolongado mediante la aparición de síntomas que alteran el funcionamiento normal. En la práctica clínica psicoanalítica, la intención no es generar una comparación que desestime las vivencias que una persona llega a tener, sino precisamente el que podamos dar importancia a que lo que le ha ocurrido, representó un parteaguas en la calidad de vida, que por más enorme o minúsculo que pueda clasificarse un problema, a nivel psicológico asume un papel preponderante y gana peso conforme perjudica la salud en general.
Las situaciones trágicas e inesperadas
Es imposible pretender tener una vida libre de conflictos en la que no se produzca ninguna sensación de amenaza real, ciertamente el proceso de desarrollo físico y mental a lo largo de los años y las etapas, por sí solo representa un factor de conflicto, porque orilla a la persona a ajustarse a su entorno de acuerdo a nuevos roles, responsabilidades y expectativas, siendo así que esta condición en ocasiones estresa, inquieta, significa tener que movernos de lugar y modificar nuestros esquemas. Entonces, vivimos atendiendo nuestras necesidades y cuidando de nuestra integridad, pero es inevitable enfrentar posibilidades de amenaza o circunstancias terribles, por ejemplo, el radicar en una ciudad que lidia constantemente con desastres naturales o que pasa por problemas de violencia social y política, guerras, sufrir accidentes que producen lesiones importantes, y ser testigo de actos de agresión y muerte, son sucesos que normalmente rebasan los recursos psicológicos de una persona y que además se convierten en recuerdos difíciles de sobrellevar, precisamente por el grado de estrés que alteró a la persona en su momento y que posteriormente anuló la tranquilidad ante el miedo de que vuelva a ocurrir.
El evento trágico y repentino produce una sacudida emocional y física importante en la persona, nos recuerda la posibilidad de dejar de existir, y es así como las personas que enfrentan este tipo de situaciones son muy propensas a desarrollar un trauma psicológico, siendo normal que en los días inmediatos al suceso la persona permanezca en un estado de shock, abrumo, miedo, desesperanza, pero que de igual manera la condición de trauma puede prolongar tales sensaciones por un tiempo indefinido y además intensificarlas y producir nuevos síntomas. Por ejemplo, el ser testigo de la muerte de un familiar mediante un accidente podrá generar una reacción de alteración inmediata, respuestas descontroladas mediante llanto, asombro e incomprensión; sin embargo, el quiebre emocional que conlleva con el tiempo cuando no se logra sobrellevar el evento, hace que el recuerdo tenga tanta relevancia que reviva la sensación de malestar cada vez, aunado a desencadenar enfermedades físicas y psicológicas.
A pesar de que nadie estamos preparados en su totalidad y tampoco esperamos vivir una situación adversa, sí es posible que las personas que cuentan con recursos personales y psicológicos efectivos tengan un pronóstico con mayores posibilidades en comparación con aquellas personas que viven en una condición vulnerable. En este sentido todo aquello que le brinde soporte a una persona, le ayudará a sostenerse anímica, mental y físicamente al momento de tener que enfrentar una situación que lo vulnere. Por ejemplo, el contar con una salud física en optimas condiciones, vivir en un entorno familiar de amor y comprensión, contar con vínculos sociales que funcionan como redes de apoyo sanos, tener experiencia sobrellevando problemáticas pasadas, haber logrado enfrentar pérdidas significativas, poseer capacidad de introspección, alta autoestima, conocimientos en temas específicos de salud y autocuidado etc., representan esos recursos que impulsan a una persona para abordar con mayor facilidad un evento trágico; claro está, que con esto no pretendemos asumirnos como invencibles o insensibles, sino que bajo condiciones de “estabilidad o equilibrio” el impacto de la situación traumática resulta considerablemente menor a largo plazo, e incluso muchas de las veces no se convierte propiamente en un hecho que produzca padecimientos posteriormente.
El trauma de la infancia y su permanencia durante el tiempo
Mas allá del impacto negativo de una experiencia trágica e inesperada, la condición de trauma psicológico también se desarrolla a partir de sucesos constantes, prolongados, incluso mediante intervenciones dosificadas pero recurrentes que recibimos de terceros, lo cuales representan todo tipo de maltrato, físico, psicológico y sexual. La niñez es una etapa crucial del desarrollo del ser humano, y es también un periodo en el que nos valemos de nuestros cuidadores principales, los tutores, los padres. Lamentablemente es una realidad que niñas y niños en su estado de indefensión, son víctimas de este tipo de maltrato por parte de familiares, así como en la escuela y en su entorno social, perjudicando de manera importante el proceso normal de desarrollo, lo que conlleva a la generación de problemas comportamentales, de salud emocional y física, así como reducción de habilidades sociales y cognitivas, lo que además limita el aprovechamiento escolar. La persona que lidia con este tipo de repercusión durante la niñez, tiende a crecer con una serie de carencias que se ven reflejadas de maneras distintas durante la adultez, por lo tanto, el trauma psicológico puede ser representado por hechos que ocurrieron años atrás y de los que no se encuentra una salida efectiva, generando un proceso de enfermedad en la persona adulta, un malestar que en ocasiones pareciera contenerse y en otras se manifiesta de manera muy notoria afectando la calidad de vida.
Las situaciones de maltrato provenientes de comentarios ofensivos, que demeritan al niño, lo relegan y no se le da su lugar dentro de la familia, así como los actos fuertes de violencia física y psicológica, provocan un impacto que genera no solo un efecto inmediato a manera de respuesta, sino una repercusión que a la larga compone la condición del trauma psicológico y altera el funcionamiento normal de la vida. A menudo, padres responsables y comprometidos pueden preguntarse si el hecho de aplicar reglas de disciplina y limites en los hijos, pueda representar un trauma con el tiempo, y la respuesta inmediata a tal interrogante es que no, ya que un estilo de crianza amoroso que se fundamente con base en el respeto y la comprensión, no amerita que se le provea al hijo de todo cuanto pide, de modo que una educación sana desde el ceno familiar posibilita que el niño integre la capacidad para tolerar la frustración y el control de sus impulsos.
Sin embargo, existen actos que pueden pasar por sutiles actitudes de los padres o cuidadores, pero que finalmente representan un impacto negativo en la vida del niño. Por ejemplo:
1. Cuando el padre ignora los logros y se enfoca especialmente en los errores.
2. Las constantes comparaciones con otros niños, enfocándose en realzar las características negativas del hijo.
3. Comentarios ofensivos normalizados, que no advierten el dolor emocional que provoca en el hijo, muchas de las veces en tono de burla o broma: “este niño es un tonto, pero lo quiero mucho”, “el niño habla muy delicado, no será joto” “yo ni quería ser padre, hubiera preferido que no nacieras, pero aquí estás”.
4. Responsabilizar al niño de las problemáticas del hogar.
5. Permitir que el menor tenga acceso a contenido de entretenimiento o actividades que no son acordes con su edad, como ver contenido pornográfico o de excesiva violencia, así como el consumo de alcohol, tabaco o sustancias ilícitas.
6. Actos de negligencia que descuidan la salud y el desarrollo en general del menor, como ignorar la importancia del aseo y cuidado personal, no regular la alimentación y permitir el consumo excesivo de comida no saludable, así como restringir la comida como un método de castigo.
7. Limitar oportunidades de desarrollo personal y académica, prohibir el contacto social con otros niños y personas en general.
8. La descarga de frustraciones del cuidador/padre, en el hijo.
Estos son algunos ejemplos de acciones que se transforman en recuerdos impregnados de dolor emocional, antecedentes que en la persona poseen un peso con el que carga y que en algunas ocasiones pueda no estar consciente de la relación de estos hechos con los síntomas que padece en la actualidad. Por este motivo, es importante que cada vez más los padres y cuidadores puedan concientizarse acerca del estilo de crianza que proporcionan a los hijos con la finalidad de evitar la generación de traumas.
Efectos notorios del trauma psicológico
La manera de identificar la presencia de un trauma en ocasiones no requiere de un esfuerzo de análisis considerable, así también hay otros casos en los que el trauma representa un aspecto tan arraigado en la personalidad del individuo que se disfraza por una serie de hábitos o conductas normalizadas, que la misma persona no logra advertir respecto a la disfuncionalidad. Si contemplamos hechos significativos adversos en la vida de una persona, ya sea en la niñez, adolescencia o etapa adulta, es común que aparezcan notorios síntomas que comienzan a perjudicar la estabilidad emocional, por ejemplo:
1. Síntomas de depresión y ansiedad, como periodos de llanto recurrentes y prolongados, agitación, inhibición, miedos crónicos, pérdida de energía.
2. Pensamientos angustiantes e irracionales, afectaciones en la agilidad mental.
3. Crisis nerviosas y ataques de pánico recurrentes.
4. Evitación social.
5. Pérdida de motivación por actividades cotidianas, escolares o laborales.
6. Cambios de humor repentinos.
7. Malestares psicosomáticos como cefaleas, dolores gastrointestinales, náuseas, afectaciones en la piel, alteraciones en el apetito, insomnio.
8. Conductas impulsivas y autodestructivas.
Las afectaciones mencionadas son algunas consecuencias agrupadas de manera general, que ayudan a identificar la presencia de una anomalía en la salud mental y física de la persona; es común que el trauma psicológico aparezca mediante un conjunto de síntomas, ya que un tipo de afectación suele desencadenar otros tipos de manifestación generando una repercusión a nivel sistemático, así por ejemplo la prevalencia de la ansiedad como padecimiento perjudica el estado de ánimo y se manifiesta a nivel físico. Por lo tanto, independientemente del origen, el tipo de trauma, la intensidad de los síntomas y las repercusiones en la vida de la persona, es importante tener en cuanta el buscar ayuda profesional, el poder atender los padecimientos desde diversos enfoques ya sea mediante atención psicológica o médica, ya que es posible que con la debida intervención se pueda superar el trauma psicológico y lograr restarle el valor y peso que obtuvo por la trascendencia de los hechos.
De igual manera, es necesario tomar en cuenta que podemos contribuir para apoyar en la inmediatez a las personas de nuestro alrededor, cuando observamos que presentan indicios de conflicto emocional y mental, ya que el acompañamiento y el poder de la conversación posibilitan de primera mando el desahogo y la oportunidad de poner en palabras aquello que le aqueja, logrando tener un primer contacto que puede ayudar para brindar una orientación y aclarar que no es normal que una persona viva con una serie de padecimientos, siendo importante el recomendarles buscar apoyo psicológico y médico profesional.
Lic. José Ruy García
Psicólogo clínico
Asociación Libre - Monterrey