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Artículos sobre Ayuda Psicológica

  • 16 jul 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 7 sept 2019



Mi hijo adolescente no me hace caso

Definitivamente la adolescencia es un periodo que involucra conflictos diversos, tanto para el adolescente como para los padres. El adolescente se enfrenta a cambios en su cuerpo, su manera de pensar, la gente con la que se relaciona, las demandas de la escuela, de casa y demás etcétera. Y esto no siempre es sencillo.

Como padres de adolescentes nos enfrentamos también ante el hecho de que nuestro hijo no siempre va a coincidir con nuestra manera de pensar, que incluso va a retarme o a negociar las indicaciones que le doy, me enfrento a que no sólo basta con explicarle las cosas, sino que a veces no voy a saber qué hacer. Pero ¿qué sucede si ya he intentado muchas opciones y no dan resultado?, ¿qué sucede si siento que mi hijo no me hace caso?

El adolescente va a cuestionar, va a mostrar su aprobación en temas que sean de su interés y a pelear por aquello que le parece adecuado. Es esperado que en algunos momentos rete a quienes están en figura de autoridad (padres, maestros, directivos) y que incluso oculten detalles de lo que hacen dentro y fuera de casa. Pero en definitiva hay situaciones en las que podemos estar preocupados sobre la seguridad e integridad de mi hijo y sentir que lo estoy perdiendo.

Sin duda el adolescente retará y en muchos de los casos entre más problemáticas demuestre más son pedidos de auxilio por que alguien se quede con ellos soportando la tormenta. Y no soportándola de forma pasiva o condescendiente, si no de una manera activa y con límites sanos. Muchas veces el adolescente no lo pedirá de manera abierta a sus padres, pero es posible que desde el fondo de ellos mismos realmente espere que no lo dejen ir de sus manos quedándose a la deriva con todo lo que está viviendo. Entonces, ¿cómo puedo identificar si es grave que mi hijo adolescente no me haga caso?

  • Si su vida es una puerta cerrada para mí. Si ya no sé qué le sucede en la escuela, ya no sé quien o quienes son sus amigos más frecuentes, sus pasatiempos, no me queda claro los lugares que frecuenta, no sé que le pasó durante el día.

  • Si a mi tampoco me quedan claros los límites en casa. No sólo son reglas por sí mismas, hay límites inherentes en la convivencia diaria, no sólo indicaciones. Si noto que mi hijo no esté contenido por algo o por alguien, como si no se detuviera por nada.

  • Si las agresiones van en escalada. Tanto mías como las de él o ella. Los conflictos y desacuerdos son esperados, pero si cada vez éstos se vuelven agresivos y no se llegan a acuerdos e incluso si se ha roto la barrera del cuerpo y se han llegado a golpes o insultos cada vez más graves es un llamado de auxilio.

  • Si noto que mi hijo (a) adolescente no recurre de ninguna forma a algún adulto para pedir apoyo o escucha. No se espera que me cuente todo, pero si él o ella en todo momento prefiere resolver lo que le pasa por su cuenta puede indicar una sensación interna de desolación.

  • Si no noto que esté acogido en un grupo de gente de su edad. Hay adolescentes más extrovertidos que otros, hay quienes tienen sus amigos en redes sociales y esto también opera como un grupo de amigos. Pero si mi hijo no se logra apoyar con gente de su edad puede indicar una confusión más profunda.

  • Si veo que se pone en riesgo constantemente. Conductas agresivas contra su cuerpo, su integridad o su sexualidad.

  • Si yo estoy cansado de luchar, siento que ya no me interesa. Si la adolescencia de mi hijo (a) la he sentido más como una lucha que como un pasaje definitivamente me puedo encontrar cansado y lo mejor es cambiar de estrategia.

El que nuestros hijos adolescentes hagan caso no tiene que ver con una cuestión de control pero si de disciplina sana, que ellos puedan voltear a ver a sus padres como un pilar del cual sostenerse. Lo más importante es mostrarles el camino para que ellos lo cuestionen y vayan tomando decisiones ya que no siempre estarán con nosotros. Sin embargo, si cada día me resulta pesado y siento que estoy a punto de dejarlo ir con miedo, lo mejor es poder apoyarme en alguien y pedir ayuda.

Recordemos, el adolescente pide ayuda de los adultos a su alrededor, no siempre de las formas más claras. Pero parte de la vivencia como padres es acompañar a nuestros hijos en sus pasajes. Así como en algún momento les enseñamos a tomar la cuchara para comer o les ayudamos con su tarea, la adolescencia implica transiciones de mayor peso y

nos podemos encontrar con nuestro hijo o hija siendo más autónomo sin necesidad de llevarlos de la mano como antes. Pero sí caminando a su lado al paso que sea necesario.

  • 4 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 sept 2019



La forma en la que nos amamos a nosotros mismos nos coloca en la posibilidad de amar a los demás, nos da una visión más clara de los lugares en los que nos colocamos frente a quienes nos rodean. Por ejemplo, si yo no me quiero ¿cómo pediré amor en quienes me rodean?, si yo no me quiero ¿cómo voy a saber cuando alguien más lo haga?

El autoestima va regulando nuestra interacción con nuestro entorno además de que ayuda a construir quiénes somos, pero ¿qué sucede durante la adolescencia si precisamente ahí es cuando gran parte de la personalidad se va consolidando? El adolescente buscará el amor en aquello que le sea familiar (igual que los adultos), por esto es importante reflexionar sobre cómo se ha ido consolidando el amor en mi hijo adolescente.

Si, los jóvenes se cuestionan de dónde vienen y hacia dónde van, dejan de lado algunas expectativas infantiles y retoman aquellas que les van haciendo más sentido y que construirán su personalidad.

Si al adolescente le es complicado ver sus defectos, e incluso en casos distintos donde sólo ven aquello "malo" en ellos, muy probablemente tendrán dificultades para aceptarse de una manera completa. Podemos citar ejemplos sobre aquellos adolescentes que hacen de todo para poder encajar en un grupo, aquellos que deciden no tener amigos, los que se ponen en situaciones de riesgo constantemente y parece no importarles, quienes se autolesionan o incluso con aquellos que parece que nada les pasa y sólo los conocemos contentos y complaciendo a los demás. Son ambos extremos donde es importante poner atención para prevenir una situación grave.

Como padre, ¿cómo puedo observar la forma en la que mi hijo se ama?

  • Observando a sus amigos, ¡ojo!, no si me caen bien a mi o no, más bien en la forma en la que ellos tratan a mi hijo y lo apoyan. Si veo que él o ella confía en su grupo.

  • La forma en la que mi hijo adolescente trata a su cuerpo. No sólo que lo vista "bien" si no la forma en la que lo cuida, si es confiado de su cuerpo a pesar de los cambios físicos que va viviendo, si observo que experimenta con formas de vestir, que esté al pendiente de el.

  • Escuchando lo que él o ella piensa de sí mismo. Recordemos que todos tenemos una voz interior que nos acredita o perjudica en nuestro diario vivir. Cuando nos equivocamos muchas veces somos nuestros peores verdugos, ¿mi hijo cómo se habla a sí mismo?

  • Si mi hijo acepta las cosas que hace bien, que no se minimiza o devalúa. Es un límite sano entre exigirse más por que sabe que puede pero reconociendo aquello en donde puede poner más empeño.

  • Observar aquellos chicos o chicas que le interesen en una relación de pareja. ¡Claro!, nosotros elegimos el amor en una pareja lo más cercano a la forma en la que nos amamos... o no nos amamos.

  • Estando al pendiente de la forma en la que se desenvuelve con quienes le rodean. Mi hijo (a) puede ser tímido y no necesariamente tener problemas de autoestima, así como también puede tener muchos amigos e internamente no amarse. La clave está en su lugar frente al grupo y en las formas en las que logra tener ese lugar.

Observando las formas en las que mi hijo se relaciona consigo mismo y con los demás me permitirá prevenir alguna situación en la que haya que poner atención antes de que sea demasiado tarde.

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