"¿Acaso sienten?" Pareciera ser la pregunta implícita de la población general al tocar el tema de la vinculación de las personas con #discapacidad sobre todo con aquellas personas diagnosticadas con #Autismo. La intuición no dispersa esta duda, incluso si se habla de #niños y niñas.
Dejemos de lado por un momento la terrorífica realidad estigmatizada por las nociones de las poblaciones de personas con discapacidad, y todo lo que ello conlleva en la vida cotidiana; Desde discriminación educativa y laboral, pasando por burlas en todo tipo de esfera social, hasta llegar a la duda de si estas personas son capaces de sentir algún tipo de #afecto. Este ultimo punto es de suma importancia para la practica clínica. Los ejemplos son abundantes. Niños que han sido diagnosticados con discapacidad han sido causa de la angustia de sus padres, angustias que necesariamente tienen que ver con su vinculación con el niño.
"Es que el médico me dijo que es muy común que los niños como mi hijo sean mas agresivos", "Es que veo que le molestan mis abrazos, lo abruman", "¿Por que no me mira a los ojos?" Son algunas de las demandas de amor de los padres hacia sus hijos, en donde se llega a una especie de objetivación de la persona con discapacidad. Se deja de ser persona en el momento en que los demás le empiezan a tratar con una automatización afectiva, con el único propósito de pretender hacerle bien. ¿En que punto la consideración por la persona con capacidades diferentes se vuelve un obstáculo para la vinculación afectiva? ¿En que punto les es permitido sentir?
Esto puede derivar en dos grandes formas de ver la vinculación afectiva de la persona con discapacidad; Por una parte la "no responsabilidad" del afecto y por otra "la exigencia" de un afecto (y su expresión, claro esta) convencional.
La primera forma es común en las practicas institucionales, en donde se promueve propaganda "científica" que valida la toma de responsabilidad de la vinculación afectiva por parte de las personas con discapacidad. Esto es, en pocas palabras, el ya clásico "No tiene la culpa de su sentir", "Lo que dice que siente, en realidad no lo siente", "No se pueden hacer cargo de sus emociones". Es por demás deshumanizador pretender dar cuenta de las emociones de otra persona, mucho más si se hace desde el pedestal del conocimiento; Es realmente erróneo pensar que la persona con capacidades especiales no tiene sentimientos, al igual que decir que no es posible que se pueda hacer cargo de ellas.
La segunda forma es común en el seno de los vínculos cercanos de la persona con discapacidad, en donde parece que se le exige una forma "convencional" de mostrar sus emociones, que usualmente responde a una suerte de verbalización de las emociones. "Es que no me dice que me quiere", "no me demuestra su #cariño", "no se que es lo que siente por mi" Son quejas que se dan debido a esta expectativa, que dicho de forma sencilla, simplemente es idealizadora. Muchas de las personas con capacidades especiales presentan dificultades en la cuestión del lenguaje, lo cual vuelve difícil pensar que toda su vinculación deba de darse por medio de la verbalización, dejando de lado la posibilidad de millones de formas de expresión sentimental.
Es por esto que se vuelve pertinente una #reflexión en torno a la posibilidad de otras formas "no convencionales" de vinculación afectiva, sobre todo si tenemos en cuenta que estas personas con capacidades especiales tienen la posibilidad de hacerlo. La vinculación no es realmente convencional, es una discapacidad en sí misma.
Autor del artículo: Psic. Gabriel Chávez
Psicólogos de niños, adolescentes y adultos.
Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara