La mayoría de las sesiones agendadas para terapia con adolescentes tiene que ver con la necesidad y dificultad de los padres para poner límites y reglas; y por consecuencia cómo esta falta de límites se refleja en los problemas que presentan los chicos en la escuela, como en casa y en su vida personal.
¿Alguna vez te imaginaste que tu hijo de 3 años, una década después estuviera metido en situaciones de drogas, vida sexual activa, violencia, agresiones a sí mismo o a otros, problemas de autoestima, depresión, ansiedad, e incluso físicos? ¿Duro, no?
Podríamos pensar que es una manera cruda de ver las cosas e incluso negativa, pero es una realidad que los hijos cada vez a más temprana edad se ven expuestos a situaciones de riesgo y, de igual manera, pareciera que cada vez es más complicado protegerlos e involucrarse como padres a ese ritmo tan rápido en el que van aprendiendo.
El seguimiento de los límites en la adolescencia es un reflejo de los primeros años de vida en nuestra familia. A veces, nos olvidamos de lo importante que puede llegar a ser enseñarle a nuestro hijo de manera clara el porqué de las reglas cuando aún "es pequeño", sin embargo, la noción de las reglas puede adquirirse desde edades muy tempranas, a través de la vida cotidiana.
En otras ocasiones creemos que ellos no se dan cuenta de las incongruencias que tienen nuestras reglas y consecuencias, sin embargo, en la adolescencia, una edad en la que los seres humanos desarrollamos un pensamiento crítico, se hará saber todas las dudas e incongruencias de nuestro sistema disciplinar.
Es por eso que enlisto algunos consejos respecto a cómo podríamos llegar a poner límites con nuestros hijos adolescentes:
1. Establecer reglas que tengan sentido en el mundo real de nuestros hijos. Es decir, reglas que se puedan trasladar de casa a el mundo social, por ejemplo: respetar cuando alguien piensa diferente, tomarse algunos minutos para pensar si nos es difícil controlar nuestras emociones.
2. Establecer consecuencias que permitan la reflexión, autoevaluación y reparación. No es necesario implementar castigos conforme a lo que más les duele a los hijos (Xbox, salidas, tecnología), sino que cada obligación va ligada a un derecho y si lo tenemos claro es más fácil explicarlo y acompañarlo en el proceso. Por ejemplo: si ha dañado algún material en la escuela, deberá realizar alguna actividad en casa para pagar los daños. Siempre la consecuencia es pensando en su etapa de desarrollo.
3. Congruencia paterna. Es importante pensar si lo que le estamos pidiendo al adolescente no es algo que no estemos llevando a cabo nosotros como padres. Eso deja lugar a molestias personales, así como a que como padres perdamos credibilidad y peso en nuestra conducta o manera de decidir.
4. Escuchar al adolescente. A veces la mejor manera de saber cómo vamos es escuchando con paciencia las necesidades de nuestros hijos y acompañándolos a la incorporación del mundo adulto con amor y comprensión, permitiéndoles enfrentarse a la realidad, pero con nuestra compañía. Nunca será bueno minimizar una consecuencia natural de sus actos, ni al contrario, exagerarla.
5. Autocontrol emocional. A veces nosotros como padres somos los primeros en perder el control y en volver algo personal los errores de nuestros hijos, como si lo hicieran por molestar. Si nos sentimos así, tal vez sea necesario clarificar las emociones de por medio.
El seguimiento de los límites en la adolescencia es un reflejo de los primeros años de vida en nuestra familia.